sábado, 10 de octubre de 2015

I have a dream

   Y menos mal que soñamos, señal de que estamos vivos. Porque no soñar seria tan triste como hacerlo y no perseguir tus sueños.

   Hace mucho tiempo aprendí que los viajes empiezan cuando uno los imagina, siguen con los preparativos, y culminan cuando devuelvo la maleta vacía al armario y archivo los mapas y callejeros recopilados. Hay viajes que no terminan nunca, aunque más bien metafóricamente hablando.

Este viaje nació bajo la sombra de un sauce marbano; lo mecimos en los campos de Castilla y creció rápidamente en nuestros corazones. Luego resulta que todo eran señales que nos trasladaban a destino: un programa de televisión de unos españoles en Chiapas, un cartel anunciando el concierto de Lila Downs a la entrada de tu heladería favorita, una despedida de soltera con mariachis, un escaparate con calaveras mejicanas acercándose el Día de Muertos ¡en Zamora!… señales. A nuestros ojos eran señales.

   María y yo un día soñamos que íbamos a México en busca de cacao: del fruto, del proceso, de sabores, de técnicas, de contactos, de la experiencia vital y gastronómica del chocolate; y, por qué no, a encontramos a nosotras mismas en el camino.

   Ojalá este viaje sea de los que nunca terminan; ojalá continúe en tierras castellanas en forma de sabroso chocolate atemperado por cariñosas manos que saben a tradición. Ojalá este sueño sea capaz de acercar ese precioso grano que cultivaron los mayas a un pueblecito que se crece con el recuerdo del chocolate.


   Este es nuestro sueño. Nuestro viaje. Nuestra realidad.

1 comentario: