lunes, 26 de octubre de 2015

Chiapas, directo al corazón

   Llegar a San Cristóbal de las Casas nos costó 11 horas en un autobús-avión (esta denominación os la explico otro día). Más que de Madrid a Miami, que se dice pronto. Y de noche: te subes a las 8 de la tarde y llegas a las 7am, nublado y húmedo. Así se puede entender que la primera impresión no sea muy positiva. Menos mal que pudimos entrar directamente a la habitación del hotel y dormimos unas horas.


   Luego, según vas callejeando, te das cuenta de que es una preciosa ciudad de casas bajas y coloridas, con unos patios interiores que quitan el aliento, marcada por un pasado revolucionario que envuelve a todo el estado de Chiapas. Dicen que San Cristóbal es la capital cultural, así que continuamos disfrutando de tienda en tienda, de bordado en bolso, de cestillo en ámbar.





Mujer chiapaneca con su típico peinado trenzado
   Dos iglesias retaron nuestras fuerzas, la más agotadora, la dedicada a San Cristóbal, patrón de los conductores. Aunque la más bonita estaba escondida, envuelta por cientos de puestecillos de artesanías.

Ahí es na la jartá escalones
Iglesia de Santo Domingo, una de las máximas expresiones del barroco chiapaneco.
   Y como viene siendo habitual, por las tardes sarao al canto: hasta tres actuaciones seguidas todos los días. Vimos orquestas, canciones y bailes argentinos, música tradicional chiapaneca, con marimba y todo (como un xilófono, pero en grande y autóctono de la zona).

Tres marimbas juntas sonando de miedo

   Una de las guindas del pastel fue el mercado de San Cristóbal, donde tienes que pedir permiso para fotografiar o directamente robar la instantánea. Y si te pilla la hora de comer, pues te paras en un puestecito y te echas unos tacos o unas quesadillas al buche y carretera y manta.

Parte del mercado, con altar de Muertos al fondo

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