domingo, 25 de octubre de 2015

Monte Albán, donde se unen cielo y tierra


   Dos cosas me fascinan de Monte Albán: la primera es cómo lograron traer tanta piedra, tallarla y hacer construcciones con ella que aguantaran hasta nuestros días. Porque mira que está alto esto.

   Y la segunda es cómo hay tanta gente a la que le fascinen estos montones de piedras.


   No quiero decir que no me gusten, que me gustan, pero no supone ningún encuentro místico con el pasado ni consigo bien imaginarme la vida por estos lares de zapotecos y mixtecos, entre otros.

   Lo que sí puedo asegurar es que es una excursión estupenda desde la ciudad de Oaxaca, y que en unos 20 minutos te encuentras en esta zona arqueológica calzándote un buen sombrero y embadurnándote el cuerpo de crema solar y repelente de mosquitos, en el orden que prefieras.

   Nosotras, incautas, preferimos improvisar un gorro con el pañuelo del cuello y tostar nuestros cuerpos al sol. De ello dan fe las marcas de mis tobillos, rodillas y camiseta, que me han dejado hecha un cromo.


   Pero qué aire tan limpio se respira ahí arriba... Y qué tranquilidad, qué silencio... Qué listas fueron estas civilizaciones que supieron acercar la tierra al cielo y vivir sin wifi.


   Las construcciones que mejor se han conservado tenían entonces una función religiosa y administrativa. Vamos, que iban al edificio de la derecha, sellaban el paro, y luego cruzaban al de enfrente y les rogaban a los dioses un trabajito en la administración, relajadito. ¡Vaya vida güena!


   P.D. Para entender bien Monte Albán pasad primero a ver el Museo del mismo recinto; no hagáis como nosotras, que nos paseamos al sol sin ser capaces de apreciarlo en todo su esplendor. De ahí todas las reflexiones anteriores.

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