sábado, 31 de octubre de 2015

Mónica y Don Tito

   Uno de los grandes avances de las nuevas tecnologías es que puedes conocer a gente de cualquier parte del mundo que de otro modo sería imposible de conocer.


   Éste es el caso que nos ocupa hoy. El de dos personas, Don Tito y Mónica -padre e hija- que no hubiéramos conocido nunca de no haber sido por el milagro de Internet.


   Un buen día te pones a navegar en la red, buscas proyectos sobre chocolate y aparece uno cuyo nombre te llama la atención "La broma de Teo", original denominación de un proyecto de chocolate en México que da una vuelta al nombre científico del árbol del cacao "Theobroma cacao". Lo busco en Facebook y me hago primero amiga y luego "fanS" de ellas, sin saber, ni siquiera imaginar este viaje a México. Voy siguiendo sus publicaciones hasta que un día surge lo de venir a este país, a su país, y contacto con ellas para ver si conocen a algún productor de cacao. Y es sólo entonces cuando aparece el nombre de Mónica, una joven productora del alimento de los dioses en la zona de Pichucalco, al norte de Chiapas.

   Tras hablar con ella, amablemente se ofrece a que visitemos una de sus plantaciones. Dicho y hecho. La prima y yo nos ponemos en camino, en camino tropical.

   En la estación de colectivos Mónica nos reconoce a la primera, como no podía ser de otra manera -aunque la prima se empeñe en creer que aquí en México pasamos desapercibidas, como unas mexicanas más, de ahí que en cuanto te despistas te la encuentras hablando con acento mexicano para hacerse pasar por una local. Desternillante. La verdad es que el acento lo clava, pero ese flequillo, las pintas de turista y el color de piel la delatan. - El caso, que enseguida nos subimos en su carro directas a uno de sus ranchos. 



   El calor en este clima, y más para una castellana como yo, es insoportable, como si te faltara el aire. Pero en la plantación es aún más. A esto se le añaden los cientos de mosquitos que revolotean a tu alrededor deseando hincarte el diente. También insoportables. Siguiendo los sabios consejos de Mónica antes de ir, nos cubrimos el cuerpo entero, con lo que el calor era aún mayor y nos impregnamos de repelente de mosquitos, pero éstos no parecían darse por aludidos.


   La ilusión por conocer de primera mano algo que llevaba tanto tiempo leyendo en manuales y viendo en fotos, enseguida hizo que me olvidara de los aspectos externos para centrarme solo en lo importante: el cacao. Por fin vi un cacaotal, un cacaotero, una mazorca de cacao en el árbol y recién cortada, un machete, un secadero de cacao, un trabajador de una plantación y hasta me hizo ilusión ver a la famosa mosquita del cacao; esa guerrera incansable es la encantadora trabajadora que poliniza las hermosas flores del cacao. Sin su colaboración no podríamos degustar nuestro querido chocolate.


   La interesante explicación de Mónica se hizo breve, entre otras cosas porque el estar allí era difícil de soportar, porque la charla seguiría en su casa y porque ella estaba afectada por el chinkunguña, una dolorosa enfermedad transmitida por los mosquitos.


Secadero de cacao

   En su casa tropical nos esperaba su padre, Don Tito, cacaotero desde su juventud y ya jubilado, aunque para mí esto de ser cacaotero es como ser scout: "una vez cacaotero, siempre cacaotero". Y fue allí en su casa, entre mapas, mazorcas de cacao frescas, demostraciones, cata de chocolates y una agradable conversación, que pasamos unas horas de aprendizaje. Alrededor de esa mesa probamos por primera vez el mucílago, esa capa blanca y babosa que recubre las pepitas de cacao. Una delicia. Y yo que pensaba que era amarga.


Él es Don Tito
Y aquí la mazorca de cacao recién abierta y las pepitas diseccionadas

   La cita de hoy acabó con una grata comida a la que se unió la mama. Nosotras quedamos inmensamente agradecidas por el trato recibido y la experiencia vivida. Una experiencia que me llevó a jurarme a mí misma, cual Escarlata O' Hara en Lo que el viento se llevó, que nunca infravaloraría el chocolate ni a todas aquellas personas que se ganan la vida trabajando en una de esas insufribles plantaciones de cacao. Y que así sea.

viernes, 30 de octubre de 2015

¿Villa? ¿hermosa? Estado de Tabasco

   Tabasco suena a salsa picante, ¿verdad? Pues el estado de Tabasco no se caracteriza por ser más picante que los demás precisamente, ni por tener más chiles o mejores salsas, pero sí por ser el mayor productor de cacao de México.



   Y Villahermosa suena a villa y hermosa, ¿verdad? Pues nada que ver. Tal es así que no tengo ni una foto de la ciudad.

   Llegamos por la tarde y al bajar del autobús ¡raca! golpe de calor: 36 grados, 90% de humedad... Esto me resulta demasiado familiar. 

   Llegamos al hotel reservado en un taxi que se pierde, a quien le tengo que explicar cabreada que los números más bajos de la calle están más cerca del centro; el hotel, destartalado en general, no tiene tapa del váter. No la innecesaria, sino sobre la que te sientas. Pido otra habitación, pero todas están igual, así que nos vamos por donde hemos venido de cabeza en busca de otro hotel.

   En la farmacia nos advierten que tengamos cuidado con la chinkunguña, una enfermedad que transmite un mosquito cabrón en esta zona del mundo, parecida al dengue, y con la higiene personal, porque aquí hay sarna. ¿Sarna?, ¿lo de los perros? A María ya le pica todo el cuerpo, y a mí el alma.

   Las cuatro calles céntricas y peatonales están llenas de chasca china: solo hay tiendas de ropa y de ganchitos del pelo. ¡Una librería!, vaya, vacía y con mosquitos revoloteando. Tristemente, acabamos cenando en una cadena de comida rápida. 

   Por fin nos vamos bajo el aire acondicionado de nuestro nuevo hotel para poder respirar. Y pienso: por Dios, vayamos ya a los pinches cacaotales y que esto acabe pronto.


jueves, 29 de octubre de 2015

And the winner is...

   Habiendo visto la participación masiva del reto del molinillo y antes de que esto se desborde, creemos que ya es hora de dar a conocer el nombre de los premiados y sus premios.

   Os recordamos que esto viene de la entrada de Oaxacacao. Uno de los premios era para la primera persona que escribiera en el blog el porqué de los agujeros y anillos del molinillo mexicano y el otro para la respuesta más original.

   El primero de los premios citados es para Son quien, en efecto, fue la primera en escribir correctamente la respuesta. ¡Enhorabuena Son! Éste es tu regalo...

Un moderno bolimolinillo y una pequeña degustación de chocolate mexicano

   El premio a la respuesta más original quedaría desierto pero como somos conocedoras de que las nuevas tecnologías han jugado una mala pasada a Eva C., quien en realidad fue la primera en intentar contestar, para ella va el citado premio. ¡Enhorabuena! Ahí va tu regalo...

Libreta con ilustraciones de Oaxaca en portada y contra y pequeña degustación de chocolate mexicano
   
   Para César, David y el Almorzador profesional, gracias por vuestros comentarios, ¡valientes! Sólo unas palabras para César... La generosidad nunca te va a hacer ganar concursos, aunque sí amigos ;-D Y a tí Elsa decirte que llegaste too late; no se puede leer el blog sólo los domingos. ¡Gracias anyway!

   En breve nos pondremos en contacto con las ganadoras y en cuanto estemos en España os haremos llegar los regalos "Made in México".

Mercados, ¡qué lugares!

   Desde nuestra llegada a México, los mercados han estado presentes en todas las ciudades que hemos visitado. Pero fue después de visitar el de San Cristóbal de las Casas que me he animado a escribir sobre ellos.

   En éste de San Cris permanecí más ojiplática de lo habitual, con las orejas bien abiertas para oir todo lo que allí se trataba, la nariz despejada y la boca cerrada para evitar tentaciones que nos hicieran pasar por el baño más de lo normal, como ya sucedió en Cholula.

   Se ve que el edificio central del mercado de San Cris se les ha quedado pequeño, y eso que era grande, y lo han ampliado espontáneamente con puestecillos en los aledaños. Y es allí, entre fuera y dentro, que encuentras de todo, de todo y de todo.


   Puedes comprar ropa, indígena o actual, pasando por artículos de papelería, de mercería, cacharrería, droguería, santería - donde entre santo y santa había artículos para "amarrar a alguien", literalmente dicho por la tendera- y del resto de -ías que os vengan a la cabeza.

   Hablemos ahora de la comida, de la riqueza con la que este país cuenta y de la manera de disponerla, en ocasiones ordenadita en pequeñas pirámides que recuerdan a las de sus ancestros.


   Es incaculabe el número de frutas que poseen, a cual más difícil de pronunciar y ya no te digo de memorizar: guayaba, papaya, tamarindo, toronja, guanábana, tuna, pitahaya, rambután y un largo etcétera.

   A veces te encuentras, como en el caso de los plátanos, con más clases y colores de los que nunca te hubieras podido imaginar...

Los más llamativos los rojos, que son bien dulces

 Y qué decir de esas carnes expuestas en montones, perfectamente una encima de otra, que parece que el tendero de turno las ha estado alineando como si de un taco de folios se tratara.

Filetes de res dispuestas en finas tiras dobladas

   O de los pollos, esos pollos amarillitos, bien alimentados y mejor desplumados, que hasta sin cabeza parecen estar diciéndote que los compres.

El efecto brillo lo consiguen echando agua sobre ellos con un spray
 
Los puestos de semillas, cereales y leguminosas también son dignos de admiración, y de especial estudio lo son los frijoles. Nunca jamás me pude imaginar las mil y una clases diferentes que existen.


   Para mí era muy curioso ver el cacao luciendo como uno más en el mercado. Se agradece ver este fruto con el precio marcado por el vendedor y no por un grupo de especuladores de las bolsas de Nueva York o de Londres.

   Los puros elaborados por manos artesanas y con auténtico tabaco también llamaron mi atención; tenían un color marrón, bonito, mate, nada que ver con aquellas Farias brillantes que mi tía vendía en el estanco.

   El pescado en este país se deja ver poco, muy poco, tanto en los mercados como en la mesa. Cuando lo hace en los mercados la mayoría de las veces aparece casi siempre seco, como el bacalao pá que me entendáis, y de hacerlo fresco lo hace en una zona bien llenita de charcos, para que te sientas como en el mar.


   Los juguetes se hacen su espacio entre tanta vianda. Bicicletas, caballitos de ruedas y demás familia están allí para los más pequeños, que en este país casi siempre van a la chepa de su madre o pegaditos a su pecho ayudados por resistentes rebozos anudados muy sabiamente para evitar desgracias.


   Sin embargo, lo más llamativo de los mercados de México es el márketing. "¿Qué le doy?", "¿Cuàntos le pongo?", "Pase y vea sin compromiso", "A su servicio", "Lo que desee" acompañado de una amable sonrisa. En cuanto ven que pasa por su puesto un comprador potencial, enseguida disparan alguna de estas frases para llamar su atención. Lo hacen tan mecánicamente que en ocasiones no parece que te lo estén diciendo a tí, aunque te lo imaginas. Tú para entonces ya tienes preparada la respuesta y también la sonrisa. Ésta que nunca falte.
   

miércoles, 28 de octubre de 2015

San Juan Chamula, lugar de culto para recordar

   Creo que nunca en mi vida he entrado en tantas iglesias como aquí en México. Pero sólo una me ha impactado como para no olvidarla jamás. Porque lo llaman iglesia, pero no se parece a nada que cualquiera de nosotros relacionemos con ese término.

   Muy cerca de San Cristóbal de las Casas está San Juan Chamula, un pequeño pueblito conocido por esta iglesia al fondo:


   De aspecto extrañamente habitual por fuera (al menos en este país), y rodeada de un extenso mercado de comida y artesanías, el interior es todavía un misterio para mí.

   El suelo está recubierto de hojas de pino frescas, como un manto o un tapiz que tiñe todo de verde. Sólo hay algunos huecos en los que se ve el suelo, de un azulejo blanco que choca bastante para ser una iglesia.

   A derecha e izquierda, pegadas a las paredes, una especie de vitrinas de madera que contenían cada una un santo o una santa diferente, siempre portando un pequeño espejo en el que reflejarte. Eso si fuera posible acercarte, porque delante de las vitrinas había enormes mesas viejas de madera haciendo de barrera y soportando los cientos de velas que la gente deja.

   Por supuesto, el resto del espacio es diáfano, no hay columnas, ni bancos, ni púlpitos; sólo el manto verde de hojas de pino y unas largas telas dejadas caer desde el techo hacia los lados.

   Al fondo del todo, un altar casi al uso, al que no me atreví a entrar, porque era tal mi estupefacción, que no pude más que sentarme en el suelo y observar.

Interior de la iglesia. No tengo fotos mejores, lo siento
    El que viene a rezar a esta iglesia lo que hace es hacerse un hueco en el manto verde y prender velas sobre el azulejo blanco, en grupos de cuatro velas, algunas de colores, hasta dejar tu espacio bien iluminado. Si vienes con tu esposa y tu niño, te haces un hueco; el que viene con 7 familiares, se sitúa en otro hueco. Nada previamente establecido. Cualquier lugar es bueno para improvisar tu propio altar de velas, a las que sumas algunas bebidas, como si fuera una ofrenda (cuando acaban se las llevan, solo permanecen las velas).

   Algunas personas oran en voz alta, pero por más que escuches, no vas a entender ni una sola palabra, porque el incesante cántico se hace en un idioma indígena. 

   También vi alguna mujer que, en algún momento, se metió un líquido en la boca y lo expulsó a modo de manguera de aspersión sobre las velas. Como éstas no se apagan, sino que más bien se avivan, sospecho que agua no es.

   Y ya, para rematar mi asombro y sorpresa, algunas personas portaban gallinas bajo el brazo para, mientras lo acompañaban de una intelegible retahíla de palabras, se la frotaban a la persona que tenían al lado por brazos y espalda mientras aguantaban al bicho de las patas y las alas.

   Y todo esto ocurre mientras los turistas entramos por un módico precio y nos paseamos discretamente por la iglesia, intentando disimular la estupefacción y mostrando el debido respeto y silencio por tal fusión de religiones o creencias.

Exterior de la iglesia de San Juan Chamula
  Una vez fuera de la iglesia, nos paseaos un poco por el pueblo, cuyas tiendas están ya lamentablemente muy enfocadas al turismo. Pero conseguimos llegar hasta el cementerio, curiosas por ser los días previos al Día de Muertos. Y la imagen fue bastante llamativa: mucha gente congregada en la puerta, tumbas cubiertas de hojas de pino y una advertencia muy seria.



Arriba una guapa chiapaneca haciendo una cenefa con las ramas de pino. Aquí abajo, la cenefa ya seca utilizada de adorno

martes, 27 de octubre de 2015

Cacao y café chiapaneco

   Recuerdo que hubo una época en la que se hablaba mucho de Chiapas y de su ejército zapatista, del subcomandante Marcos y de Ramona, la comandanta. Hoy en día estos dos últimos se han convertido en figuritas de trapo que puedes encontrar en cualquier esquina, a veces hasta en promoción de 2x1; y al estado de Chiapas se le conoce por ser el segundo productor de cacao del país y uno de los principales de café. La calidad de estos dos productos es excelente.


   La belleza natural chiapaneca deja con la boca abierta a cualquiera que se acerque hasta aquí. Tucanes, jaguares, monos aulladores o quetzales son algunas de las especies características de la zona.
 
   Pero centrémonos en el cacao y en su importancia. En la región del Soconusco, al sur del estado, lindando ya con Guatemala, se encuentran posiblemente los mejores cacaotales criollos - denominados por algunos como nativos- del país. Y del mundo. No pudimos llegar hasta allí, pues eso hubiera supuesto otras nueve horas de bús, sumadas a las once que ya habíamos viajado hasta llegar a San Cris hacían un total de 20 horas. Inviable por tiempo y por nuestra intolerancia a las curvas cerradas en pequeñas carreteras.
 
   Sin embargo la trama de esta historia hizo que conociéramos a Rogelio, presidente de la Red de Productores Orgaizados de Cacao Fermentado. Con él conversamos sobre cacao y sobre proyectos presentes y futuros. Sus Xocolattes Los Carrerantes y sus chocolaterías hicieron las delicias de nuestra vista y paladares. ¡Qué gusto saborear por fin un buen chocolate! cuyo ingrediente principal era el cacao y no el azúcar.

Con Rogelio en una de las chocolaterías que regenta.
   Entre chocolaterías, jipis - que según la prima vinieron un día y decidieron quedarse haciendo y vendiendo pulseras- e iglesias de colores imposibles se encontraba el Museo KAKAW, de iniciativa privada.


   La verdad es que después de haber visto tantos museos sobre el cacao y el chocolate, en España y fuera de ella, definitivamente KAKAW no está en el top tres... Como siempre, ves cosas que te gustan y otras que no tanto o nada. Pero hay que verlas. 
 
   Como pieza destacada del museo y que, fíjate tú por donde, hila con el concurso de los molinillos que aún sigue abierto aunque a punto de finalizar, es el mamón o molinillo primitivo. Este se extraía de la única rama del cacaotero donde no crecen frutos pero chupa alimento del árbol. Esta rama se cortaba, pelaba y secaba para darle el uso del molinillo.

El palo que sale en la foto es mamón. Borroso. En cuantito pueda, pongo una foto mejor.
Disculpen las molestias.
   Y con la visita al Museo KAKAW cerramos hoy esta entrada desde Chiapas. Quién me iba a decir hace unos años a mí que iba a ir hasta este revolucionario lugar en busca de los orígenes del cacao.

lunes, 26 de octubre de 2015

Chiapas, directo al corazón

   Llegar a San Cristóbal de las Casas nos costó 11 horas en un autobús-avión (esta denominación os la explico otro día). Más que de Madrid a Miami, que se dice pronto. Y de noche: te subes a las 8 de la tarde y llegas a las 7am, nublado y húmedo. Así se puede entender que la primera impresión no sea muy positiva. Menos mal que pudimos entrar directamente a la habitación del hotel y dormimos unas horas.


   Luego, según vas callejeando, te das cuenta de que es una preciosa ciudad de casas bajas y coloridas, con unos patios interiores que quitan el aliento, marcada por un pasado revolucionario que envuelve a todo el estado de Chiapas. Dicen que San Cristóbal es la capital cultural, así que continuamos disfrutando de tienda en tienda, de bordado en bolso, de cestillo en ámbar.





Mujer chiapaneca con su típico peinado trenzado
   Dos iglesias retaron nuestras fuerzas, la más agotadora, la dedicada a San Cristóbal, patrón de los conductores. Aunque la más bonita estaba escondida, envuelta por cientos de puestecillos de artesanías.

Ahí es na la jartá escalones
Iglesia de Santo Domingo, una de las máximas expresiones del barroco chiapaneco.
   Y como viene siendo habitual, por las tardes sarao al canto: hasta tres actuaciones seguidas todos los días. Vimos orquestas, canciones y bailes argentinos, música tradicional chiapaneca, con marimba y todo (como un xilófono, pero en grande y autóctono de la zona).

Tres marimbas juntas sonando de miedo

   Una de las guindas del pastel fue el mercado de San Cristóbal, donde tienes que pedir permiso para fotografiar o directamente robar la instantánea. Y si te pilla la hora de comer, pues te paras en un puestecito y te echas unos tacos o unas quesadillas al buche y carretera y manta.

Parte del mercado, con altar de Muertos al fondo

domingo, 25 de octubre de 2015

Monte Albán, donde se unen cielo y tierra


   Dos cosas me fascinan de Monte Albán: la primera es cómo lograron traer tanta piedra, tallarla y hacer construcciones con ella que aguantaran hasta nuestros días. Porque mira que está alto esto.

   Y la segunda es cómo hay tanta gente a la que le fascinen estos montones de piedras.


   No quiero decir que no me gusten, que me gustan, pero no supone ningún encuentro místico con el pasado ni consigo bien imaginarme la vida por estos lares de zapotecos y mixtecos, entre otros.

   Lo que sí puedo asegurar es que es una excursión estupenda desde la ciudad de Oaxaca, y que en unos 20 minutos te encuentras en esta zona arqueológica calzándote un buen sombrero y embadurnándote el cuerpo de crema solar y repelente de mosquitos, en el orden que prefieras.

   Nosotras, incautas, preferimos improvisar un gorro con el pañuelo del cuello y tostar nuestros cuerpos al sol. De ello dan fe las marcas de mis tobillos, rodillas y camiseta, que me han dejado hecha un cromo.


   Pero qué aire tan limpio se respira ahí arriba... Y qué tranquilidad, qué silencio... Qué listas fueron estas civilizaciones que supieron acercar la tierra al cielo y vivir sin wifi.


   Las construcciones que mejor se han conservado tenían entonces una función religiosa y administrativa. Vamos, que iban al edificio de la derecha, sellaban el paro, y luego cruzaban al de enfrente y les rogaban a los dioses un trabajito en la administración, relajadito. ¡Vaya vida güena!


   P.D. Para entender bien Monte Albán pasad primero a ver el Museo del mismo recinto; no hagáis como nosotras, que nos paseamos al sol sin ser capaces de apreciarlo en todo su esplendor. De ahí todas las reflexiones anteriores.

Oaxaca 1- Zamora 0

   La superficie del estado de Oaxaca es nueve veces la de la provincia de Zamora. Aquel está dividido en ocho regiones geoeconómicas, cada una de ellas con una marcada personalidad en cuanto a arte textil se refiere. Por su parte, la provincia de Zamora tiene seis comarcas según la Diputación - doce según otras fuentes- pero si nos ceñimos al tema textil, si no me equivoco, Zamora está dividida en ocho zonas. Cada una de ellas, como en el caso del estado de Oaxaca, con una fuerte personalidad en cuanto a tipo de bordados, dibujos, tejidos y un largo etcétera.
   Las calles y tiendas de la capital oaxaqueña se visten a diario con estos bordados, con estas telas que son pequeñas obras de arte prêt a porter a cuyos pies se rinden turistas y gente de a pie. Y así le luce el pelo a esta ciudad.
   En Zamora, en cambio, estas obras de incalculable valor popular, económico, visual y artístico están metidas en baúles, forman parte de colecciones privadas o se manufacturan en talleres que rozan lo clandestino. Y así nos luce el pelo.

Pañuelo de vivos colores con más de cien años. Muy zamorano él.

Pañuelo bordado, jubona y faldón. Zona de Toro y alfoz.
 
El Museo Textil de Oaxaca -museo que conocí hace ya tiempo gracias al Facebook que es muy listo e intuyó que me podría gustar ser su amiga- es un lugar que luce, como diría el anterior rey de España, con orgullo y satisfacción el arte textil de su tierra. Por si esto fuera poco, este arte oaxaqueño además cuenta con una embajadora de primer orden como lo es la cantante Lila Downs. En todos sus conciertos luce estas joyas combinadas y modificadas, a veces incluso con muy poco gusto, y se molesta en hablar a su público sobre ellas, porque las conoce bien, las siente y las quiere.
   En Zamora, sin embargo, sólo unos cuantos se han molestado en conocerlas, quererlas y mostrarlas y nadie lo ha hecho en darles una nueva forma de vida más allá de la del "jotismo" en su más puro estado. Aún estamos a tiempo de cambiar esto. O eso creo yo.

Vaya bordado bonito que tiene este rodao de la Tierra del Pan zamorana. ¿Y qué me decís de la jubona rosa? Perfectamente combinable con unos jeans ;-D

sábado, 24 de octubre de 2015

Oaxacacao

   Oaxaca es uno de los cinco estados mexicanos productores de cacao. Aunque su producción es mínima, ni siquiera un uno por ciento total de lo que México produce, su ubicación de paso a los estados de Chiapas y Tabasco, principales productores nacionales, hizo que lo incluyéramos en nuestra ruta cacaotera. Y qué bien que lo hicimos, pues durante nuestra estancia allí tuvimos varios encuentros con el cacao, todos diferentes y muy enriquecedores.


   En la chocolatería La Calenda conocimos al gentil Mario quien, entre otras muchas cosas, nos descifró el significado de los anillos y orificios del molinillo mexicano, utensilio que trajeron los españoles pero que aquellos supieron adaptarlo muy bien a sus necesidades; ¿alguien sabe para que sirven los anillos y orificios? ¡Bienvenidas esas respuestas en el apartado de comentarios! Habrá recompensa "Made in México" a la primera respuesta correcta y otra para la más ingeniosa.

Molinillo gigante.
¡Grande Mario!
  A una de las aquí archiconocidas tiendas de los chocolates El Mayordomo llegamos justo cuando iban a moler un pedido a una clienta. En México el chocolate se bebe, se prepara muy líquido; se trata de una mezcla de cacao, azúcar, mucho azúcar, canela y un puñao de algún fruto seco a lo que se le añade agua. Así que ahí llegó la señora, pidió sus ingredientes y en cinco minutos los salerosos molenderos le entregaron el paquetito con su pedido listo para llevar. El local estaba a tope; nos dijeron que en época de Muertos todo el mundo se afana para tener en sus casas bien de chocolate ante la llegada de sus difuntos. Todo un detalle.


   En Oaxaca también estuvimos con Marisela. ¡Uy! ¡Si no os la he presentado! Ella es una oaxaqueña que trabaja para la CDI - Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas- a la que conocí en la exposición de DF sobre pueblos indígenas y que muy atentamente accedió a quedar con nosotras para mostrarnos su ciudad cuando estuviéramos en ella. Cinco minutos de conversación en aquella exposición fueron suficientes para además ofrecerse a conseguirme un libro sobre cacao que se presentaba en aquel evento el mismo día que nos íbamos de DF. Ese día en Oaxaca Marisela aprovechó para darme la publicación. 

¡Pero qué contenta toyyyyy!
   Tuvimos tiempo de platicar largo y tendido. Tanto hablamos y tanto me emocioné hablando de cacao y de chocolate, que un par de días después me dijo que el plan de negocios de la maestría -el máster- que está estudiando seguramente lo haría sobre chocolate. ¡Yujuuuuuu! Vosotros tened cuidado pues, por lo que se ve, esto del chocolate se pega ;-D

   Nuestra última, pero no menos importante experiencia con el cacao en Oaxaca fue también muy enriquecedora. Hasta el pueblito de San Andrés de Huayápam nos acercamos la prima y yo para llevar a cabo un taller de chocolate artesanal y soberanía alimentaria con Areli y Edgardo, dos miembros de la Cooperativa C.A.C.A.O - Cooperativa Autónoma de Convivencia y Aprendizaje de Oaxaca-.

Lo sé, tripito modelito... eso es lo que tiene viajar con una minimochila.

   Con ellos y con su sueño de convertir en delicioso chocolate el cacao del pueblo natal de Edgardo, pasamos un rato muy agradable de aprendizaje mutuo en el que TACHÁNNNN... ¡elaboramos nuestro propio chocolate desde la pepita de cacao! Muy curioso fue tener la misa del pueblo como banda sonora. Unos altavoces proyectados por todo el municipio hicieron que no nos perdiéramos ni un momento de la celebración religiosa.

Iglesia desde donde se celebró la misa pública.
  Y con tanta charla no creáis que se me ha olvidado lo del molinillo mexicano... ¿alguien se anima a participar? ;-D

Composición de molinillos coloristas en una de las numerosas galerías de arte de Oaxaca.