jueves, 5 de noviembre de 2015

Puebla de los Ángeles, de las piedras y de los amigos

   La vuelta a Puebla marcaba el principio del fin. Habíamos casi agotado las aventuras cacaoteras, aunque aún nos quedaba un as en la manga, pero ahí nos encontramos con parte de los amigos que habíamos hecho por el camino. María sacó el chocolate del pueblo y se marcó una chocolatada que dejó embobados a todos. Así estaba Ramiro, uno de los dueños del hotel, que no acababa de dejarnos marchar. También nos llevó a una chocolatería en el zócalo de Cholula, donde tomamos un rico chocolate a la mexicana, líquido y con muchas variantes. Mi favorito: con chile. En este viaje me he dado cuenta de que la tolerancia al picante se puede entrenar y mejorar, hasta llegar a echarlo de menos. Yo, cualquier cosa menos dejar de comer, hay que joderse.

Chocolate mexicano en preciosas tazas de barro oaxaqueñas y en lugar de cucharilla, un molinillo
La mini pandi: María con el cazo de chocolate, Tomás (zamorano), Ramiro (esposo de zamorana), Josepo (gallego) y Jorge (mexicano que adora España, ¿eso cuenta, no?)
    Y más piedras (¡si es que no encuentro fin para las piedras!): esta vez en la pirámide de Cholula, que ostenta el record de tener la mayor base del mundo. Se puede recorrer parte de su interior por túneles frescos, muy frescos, que se bifurcan y te descubren que eso era casi como un laberinto. Y largos, muy largos... que cuando ves de nuevo la luz te entra una alegría...

Yo no he visto las de Egipto, pero estas ya me producían bastante claustrofobia
Ea, qué remona estoy ahí, con la Iglesia de los Remedios "meando" la pirámide
   De un salto nos plantamos en Atlixco, una pequeña ciudad cerca de Puebla que tiene un zócalo verdaderamente encantador: temperatura ideal, ambiente animado, sombras y bancos para descansar, y unas calles aledañas muy interesantes.

Puerta interior del ayuntamiento, que da al patio interior. Preciosa


Manto de flores en la acera, visitable desde una plataforma y con el cartelito que te daba una idea de lo que tenías que ver
   La inmensa ciudad de Puebla nos pareció esta vez mucho más acogedora de la mano de Celia. Comimos con ella en el famoso Royalty del zócalo, comida típica tan rica como esta:

Chalupas poblanas
El auténtico mole poblano, riquísima salsa sobre pollo
Mixiote: una carne cocinada en papel de horno y acompañada por una tostada con guacamole
   Y ya se sabe que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Gracias a todos los amigos que nos acogieron en el estado de Puebla, a quienes esperamos ver pronto comiendo chorizos y chocolate en la provincia de Zamora. 

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