martes, 3 de noviembre de 2015

Palenque, donde los mayas perdieron el sombrero

- María, ¿me toca a mí hablar de las ruinas otra vez?
- sí, de Palenque
- uf... siempre me tocan a mí las piedras... Que no es que no me gusten, que me gustan, ya lo he dicho antes, pero es que no les acabo de coger yo el tranquillo.

   Día de Muertos es una fiesta grande aquí en todo México. No sé yo si los españoles tenemos una fiesta tan acordada por todos como ésta, a parte de la Navidad.

   Tras visitar los cacaotales y a punto de ser 1 de noviembre, decidimos salir pitando de Tabasco y viajar hasta las ruinas de Palenque, a tan solo 2 horas de Villahermosa, pero de vuelta al estado de Chiapas.

   Palenque está en plena selva, junto a una pequeña ciudad que recibe el mismo nombre. No hace menos calor que en Villahermosa y hay exactamente los mismos mosquitos. Si sumamos los días, hemos estado 6 enteros bañadas en repelente antimosquitos y, a pesar de eso, alguno nos picó. Dicen que la chinkunguña tarda unos 12 días en manifestarse. Toquemos madera.

   María, que no está acostumbrada al calor, estaba en un constante estado de cataparia, resignada a embadurnarse de repelente de la mañana a la noche y de crema solar protectora, y pegada a una botella de agua o sus variantes. Nunca antes la había visto tan fuera de lugar, pobreta meua.


   La primera noche se nos ocurrió dormir en un hotel de la selva, pensando en la tranquilidad y el exotismo del lugar; no contábamos con que era festivo y la gente estaba tomando tequilas y bailando, y con que en la selva hay animales. Desconcertadas nos quedamos al escuchar durante toda la noche a los monos aulladores propios de la zona. Y para rematar, todo esto sin wifi. "Bueno, ya hemos hecho la experiencia de la selva, volvamos a la civilización"; y cambiamos este hotel por uno en el pueblito.

   Las ruinas de Palenque son mayas; de los mayas de toda la vida. Como todas estas cositas, la parte al descubierto y visitable es mínima comparada con la que se encuentra todavía cubierta por la selva. Que digo yo que menos mal, porque si no tendrían que comenzar a construir hoteles en las zonas arqueológicas para quedarte 2 o 3  días y que te diera tiempo a ver todo.




   Superadas las 3 horas de calor y humedad caminando por la selva entre piedras, María me lleva como poseída por una atracción fatal hacia el cementerio. Acepto porque es 2 de noviembre, festivo en México, y día en el que puedes encontrar a todo el mundo en las tumbas de sus seres queridos rezando, charlando con ellos y con otros familiares que los acompañan, y comiendo la comida favorita del muerto, la cual han dispuesto sobre la tumba junto con flores y velas.

   Y si esto no te parece asombroso, espera a ver el estallido de color y la disposición del cementerio.




   No quiero dejar de mostrar los numerosos altares que hemos visto en todas las ciudades que hemos visitado durante estos días. Verdaderos santuarios, creativos, elaborados, hechos con mucha dedicación y sobre todas las cosas, color.

Altar de ADO (empresa de autobuses-avión) al Chavo del Ocho


Junto a una preciosa catrina

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